sabiduría de la Cabalá. Ay de ellos, pues de este modo causan la
Una plegaria antes de la plegaria
Sea la voluntad delante de Ti Señor nuestro Dios y Dios de
nuestros padres, que oyes el clamor de las súplicas y escuchas
con misericordia la voz de las oraciones de Tu pueblo Israel, el
mismo que preparará nuestros corazones y, corregirá nuestros
pensamientos y, el que hará fluir nuestra plegaria en nuestras
bocas. Esté atento Tu oído para escuchar la voz de la oración de
Tus siervos, que te imploran con voz de ruego y con espíritu
quebrantado.
Tú, Dios misericordioso, con Tus muchas misericordias y Tus
grandes virtudes, perdona, absuelve y, expía para nosotros y para
todo Tu pueblo de la Casa de Israel, todo lo que hemos pecado,
transgredido, condenado e infringido delante de Ti.
Pues es revelado y sabido delante de Ti, que no fue con rebelión
ni engaño que desobedecimos las palabras de Tu Torá y Mitzvot.
Sino más bien, que siempre ha sido por causa del incremento de
la inclinación ardiente dentro de nosotros, la cual no descansará
ni se aquietará, hasta llevarnos a las pasiones de este bajo
mundo y sus vanidades, confundiendo siempre nuestras mentes,
incluso al momento en que nos encontramos de pie para rezar
ante Ti y, rogar por nuestras almas, siempre confunde nuestros
pensamientos con sus estratagemas. Y no podemos prevalecer
sobre ella, porque somete demasiado nuestras mentes y razones,
a tal punto que la fuerza para soportar se ha marchitado, por los
problemas, las dificultades y la prolongación del tiempo.
Así, Tú, oh Dios misericordioso y lleno de Gracia, haz con
nosotros tal como nos prometiste a través de aquel que fue fiel
en Tu casa: “Favoreceré a quien Yo quiera favorecer y, tendré
misericordia de quien Yo quiera tener misericordia”. Nuestros
sabios dijeron, “A pesar de que él no es decente ni digno”, porque
así es Tu manera: hacer bien al malo y al bueno. Pues es revelado
y sabido delante de Ti, nuestros suspiros, nuestro pesar y,
nuestras conversaciones acerca de nuestra imposibilidad para
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acercarnos por nosotros mismos a Tu trabajo, a fin de adherirnos
verdaderamente a Ti, ¡ay de nuestras almas, ay de nosotros!.
Padre nuestro que estás en los Cielos, por favor despierta ahora
Tus misericordias y grandes bondades sobre nosotros, desvanece
y desenraíza nuestra mala inclinación de dentro de nosotros,
amonéstala para que se vaya de nosotros y no nos haga errar en
Tu Trabajo. Haz que ningún pensamiento malvado surja en
nuestros corazones, tanto cuando hayamos despertado, así como
en el sueño de la noche y, especialmente cuando estamos en
oración ante Ti, o cuando estudiamos Tu Torá. Y mientras nos
ocupamos en Tus Preceptos, haz que nuestros pensamientos sean
puros, lúcidos y, claros, que nuestros corazones sean
verdaderamente completos como Tu buena voluntad para con
nosotros.
Despierta nuestros corazones y los corazones de todo Israel, Tu
pueblo, para unirse contigo en verdad y en amor, para servirte
sinceramente a Ti, tal que sea recibido delante de Tu Trono. Y fija
Tu Fe en nuestros corazones por siempre jamás y, deja que Tu Fe
sea atada a nuestros corazones como una estaca que no caerá, y
quita todas las cortinas que separan entre Tú y nosotros.
Padre nuestro que estás en los Cielos, sálvanos de todas las fallas
y errores; no nos dejes, no nos abandones y, no nos
avergüences. Quédate en nuestras bocas cuando hablamos, en
nuestras manos cuando trabajamos y, en nuestros corazones
cuando pensamos. Concédenos, Padre nuestro que estás en los
Cielos, Dios Misericordioso, que podamos unificar nuestros
corazones, nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras
acciones y, todos nuestros movimientos y sentimientos, tanto
aquellos que nos son conocidos así como aquellos que nos son
desconocidos, lo revelado y lo oculto, ya que todo estará
unificadamente en Ti en verdad y perfección, sin ningún
pensamiento impropio.
Purifica nuestros corazones y santifícanos; vierte sobre nosotros
agua pura y purifícanos con Tu amor y compasión y, planta Tu
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amor y temor en nuestros corazones por siempre y sin descanso,
en todo momento, en todo tiempo y en todo lugar; cuando
caminamos, cuando yacemos y, cuando nos levantamos. Enciende
siempre el fuego del espíritu de Tu Santidad dentro de nosotros.
Nosotros siempre confiamos en Ti, en Tu grandeza, en Tu Amor,
en el temor a Ti y, a Tu Torá, escrita y oral, revelada y oculta, y
en Tus Preceptos, para unirnos con tu Poderoso y Temible
Nombre. Y cuídanos de los prejuicios, del orgullo, del enojo, de la
pedantería, de la tristeza, del chisme y, otros vicios, y de
cualquier cosa que rebaje Tu Trabajo Santo y Puro, el cual nos es
de tanta importancia.
Imparte el espíritu de Tu Santidad sobre nosotros para que
podamos dirigirnos hacia Ti y, anhelarte siempre, más y más. Y
elévanos de grado en grado para que podamos llegar al mérito de
nuestros santos padres, Avraham, Itzjak y Ya’akov. Que su virtud
nos sostenga, para que se escuche la voz de nuestras plegarias,
para que siempre nos sea respondido cuando recemos hacia Ti,
por nosotros o por cualquiera de Tu pueblo Israel, sea uno o sean
muchos.
Regocíjate y enorgullécete de nosotros, y haremos fruto Arriba y
raíz abajo. Y no te acuerdes de nuestros pecados, especialmente
de los pecados de nuestra juventud, tal como dijo el Rey
David:”No te acuerdes de los pecados y las trasgresiones de mi
juventud”. Cambia nuestras trasgresiones y pecados en méritos y,
otorga siempre sobre nosotros, desde el mundo del
arrepentimiento, pensamientos para volver a Ti de todo corazón,
para corregir aquello que hemos ensuciado en Tus Santos y
Puros Nombres.
Sálvanos de la envidia del hombre con su amigo, y no permitas
que la envidia del hombre se eleve sobre nuestros corazones, ni
que nuestra envidia se eleve sobre otros. Al contrario, deja que
nuestros corazones vean las virtudes de cada uno de nuestros
amigos y, no sus faltas. Tal que hable cada uno a su amigo, en
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una forma recta y digna delante de Ti, y no eleves ningún odio de
alguno sobre su amigo, Dios no permita.
Fortalece nuestros lazos de amor hacia Ti, tal como es revelado y
sabido por Ti, ya que todo será para traerte contentamiento. Y
esta es la esencia de nuestras intenciones, y si no tuviésemos
mente y corazón que estén intencionados a Ti, Tú nos enseñarás,
entonces verdaderamente conoceremos la intención de tu buena
voluntad.
Y por todo esto suplicamos delante de Ti, Dios lleno de
misericordia, para que recibas nuestros rezos con misericordia y
voluntad. Amén, así sea Tu voluntad.
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